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sábado, 2 de marzo de 2013

CUALIDADES Y EFICACIA DE LA REDACCIÓN.

Estas son las principales cualidades que contribuyen a la eficacia y modernidad de la redacción:
 
 
1. Concreción En la redacción, concretar es "abreviar a lo más esencial el
asunto sobre el que se escribe". Esto significa evitar rodeos inútiles —como resulta gran parte de la natural palabrería empleada en la. expresión oral. "TAI grano!" es la fórmula. Las palabras ociosas,"huerasde contenido", deben desecharse. Ya pasó la época de los largos y pomposos párrafos, que adormecían al lector, no apremiado por el tiempo como ahora. Ya no se justifican los párrafos de relleno ("Sin más por el momento, y en espera de que se sirva responder. . .") ni los extensos parlamentos con su obligada síntesis o aclaración adjunta ("Es decir. . .", "Lo que podría sintetizarse o aclararse diciendo que. . .") ni los formulismos vanamente vuelteros ("Suplico muy atentamente a usted que se sirva tener a bien disponer.. ."). Hoy se busca la economía y la funcionalidad en todos los órdenes de la actividad humana, y la redacción no podría estar exenta de esas exigencias.
 
 
Estas son las principales cualidades que contribuyen a la eficacia y modernidad de la redacción:
1. Concreción En la redacción, concretar es "abreviar a lo más esencial el
asunto sobre el que se escribe". Esto significa evitar rodeos inútiles —como resulta gran parte de la natural palabrería empleada en la. expresión oral. "TAI grano!" es la fórmula. Las palabras ociosas,"huerasde contenido", deben desecharse. Ya pasó la época de los largos y pomposos párrafos, que adormecían al lector, no apremiado por el tiempo como ahora. Ya no se justifican los párrafos de relleno ("Sin más por el momento, y en espera de que se sirva responder. . .") ni los extensos parlamentos con su obligada síntesis o aclaración adjunta ("Es decir. . .", "Lo que podría sintetizarse o aclararse diciendo que. . .") ni los formulismos vanamente vuelteros ("Suplico muy atentamente a usted que se sirva tener a bien disponer.. ."). Hoy se busca la economía y la funcionalidad en todos los órdenes de la actividad humana, y la redacción no podría estar exenta de esas exigencias.
2. Claridad Nada de lo expresado debe motivar dudas ni equívocos. Las
palabras han de emplearse con propiedad, condición ineludible para que los hombres puedan entenderse en un idioma. (Si se usa "anginas" por "amígdalas", "panfleto" por "folleto" o "hasta" en lugar de "desde" —como ocurre frecuentemente en México—, indudablemente habrá motivo de incomprensión para muchos hispanohablantes.) Conviene evitar frases o modismos circunscritos —salvo casos especiales—, para que no haya malas interpretaciones. Especialmente cuando lo escrito va fuera del país o puede ser traducido a otros idiomas, es preciso atenerse a las formas generales o académicas. Las abreviaturas, las siglas y los símbolos convencionales deben emplearse correctamente, en la forma generalizada, con uso estricto para los casos necesarios. Frente a dudas sobre la escritura apropiada o posible comprensión, lo mejor es poner las palabras enteras. También debe vigilarse atentamente el empleo de términos que puedan referirse a distintas personas ("su" = ¿"de él" o "de usted"? ; "le" = ¿"a él" o "a usted"? ) o que puedan interpretarse con diferentes significados ("coraje" = "valor" o "ira"; "meticuloso" = "medroso" o "escrupuloso, minucioso") o que tengan formas similares con otras que el vulgo confunde ("refirmar" y "reafirmar"; "ratificar" y "rectificar"; "latente" y "latiente"). En la construcción de frases, los gerundios y relativos suelen ser fuentes de oscuridad. Y para qué decir lo que ocurre con la puntuación mal puesta, excesiva o ausente: su influencia produce interferencias que van desde la simple duda hasta la confusión más caótica, pasando por el equívoco, la ambigüedad, el absurdo y otras nebulosidades interpretativas. La oscuridad o hermetismo —que llega hasta la criptografía en algunos casos especiales— sólo se justifica cuando tiene un fin determinado, como ocurre en algún tipo de literatura sugestiva o de vanguardia, o bien en ciertos documentos. En la redacción corriente, es grave defecto.
3. Sencillez La redacción moderna, en general, se caracteriza por la llaneza
o ausencia de afectación. Esto implica un acercamiento lógico a la naturalidad propia de la conversación, aunque con las limitaciones inherentes al lenguaje escrito. Las expresiones hinchadas y ceremoniosas, a veces rutinariamente serviles, resultan improcedentes en esta época de practicidad y realismo, en que hasta los arraigados "¿mande? ", "para servirle" y "su casa de usted" —en lugar de "mi casa"— van desapareciendo en boca de los mexicanos más avanzados. La cortesía se ha aligerado de oropeles fuera de moda: así, el clásico final de carta "Me reitero como su afectísimo, atento y seguro servidor", ha quedado reducido al más lógico "Atentamente estoy a su disposición" —si esto es verdad— o al sintético "Atentamente", en que se sobrentiende "Lo saludo". La sencillez (no la vulgaridad ni la grosería) imprime a la redacción un tono de veracidad expresiva que la favorece en efectividad y atracción.
4. Adecuación Es una virtud clave en todo acto de relación humana: "Cada
cosa en su lugar, con su porqué." No conviene dirigirse a todos de idéntica manera —salvo el caso de situaciones grupales. El mismo tema tratado en un informe científico, un escrito protocolar, un artículo periodístico o una carta familiar, requiere de una redacción distinta, perfectamente adecuada a cada caso. "Yo escribo así" o "Este es mi estilo" será buena fórmula para un literato, que es un artista, pero no para un redactor, que es sólo el expositor por escrito de un tema ya dado. La adecuación en lo escrito significa un acto de lógica consideración hacia el destinatario. La pregunta medular es: "¿Quién leerá esto que escribo? "; y la respuesta, un escrito adaptado a la comprensión, el gusto y las necesidades de ese "quien".
5. Ordenación funcional La elección de "cada cosa" conveniente para lograr
la mencionada adecuación de lo escrito al lector, está unida a la elección del lugar apropiado para que esas "cosas" actúen funcionalmente. Los elementos no deben ordenarse al azar ni siempre automáticamente, por rutina o costumbre. Cada parte del escrito (principio, medio y fin) tiene una misión que cumplir: el orden escogido debe responder al cumplimiento estricto de esa misión. Si el comienzo ha de ser un pórtico para la atracción o curiosidad sobre lo que se expresará en la parte medular del escrito, no se usarán elementos informativos básicos en él. Si, por locontrario, se busca el "impacto" inicial, para desarrollar luego los temas en el cuerpo, lo más importante —o una síntesis de tópicos— irá ál principio; o si se busca apelar a la expectativa creciente —el "suspenso" de tantas obras—, lógicamente los elementos serán ordenados en forma de climax, hasta el "bombazo" final. Por supuesto, hay otras formas de ordenación mixtas o libres, que apelan al entrecruzamiento, la Ifnea de enrulo, la dispersión, etcétera. En todos los casos, los finales serán una natural consecuencia de la estructura elegida para ordenar, con vistas al objetivo perseguido. Si nos atenemos al eslogan moderno "El éxito es un buen plan", y tenemos en cuenta que el plan incluye como elemento fundamental la adecuada ordenación, admitiremos que en la acertada distribución de los elementos radica una condición básica para el logro de la efectividad en lo escrito.
6. Originalidad Cuando se redacta, como norma general conviene evitar
toda muestra de automatismo, copia o actitud indiferente. Escribir sin pensar en los términos empleados, en su mejor distribución o funcionalidad expresiva —como un robot—, no es saber redactar. Lo escrito resulta frío, mecánico, superficial. En cambio, el alejamiento de la rutina lleva a la originalidad. Aunque, por supuesto, no todo tipo de redacción admite estricta originalidad, con frecuencia queda un resquicio —hay que saber buscarlo— para el toque personal, empleado con adecuación. No siempre el formulismo puede evitarse; pero las fórmulas deben utilizarse con conciencia de su utilidad y han de estar actualizadas en su contenido y forma para que tengan fuerza expresiva. A veces se logra originalidad simplemente recurriendo a la naturalidad y sencillez del habla cotidiana, en terrenos en que la mayoría se empantana entre fórmulas rimbombantes y frases amoldadas por mentalidades de otras épocas.
7. Interés Esta cualidad busca producir "influencias positivas" en el ánimo
del destinatario, para que concentre su atención en el contenido del escrito. Está basada en la atracción y es condición de la curiosidad —deseo de saber, participación activa en la búsqueda de los "porqués"—, importante elemento en muchas formas de las relaciones humanas. Para interesar, es preciso cruzar el Ifmite de lo rutinario, impersonal o abstracto: hay que buscar motivos de acercamiento, tocar incentivos, causar impresiones satisfactorias. Un modo de hacerlo —básico en la conversación— es referirse a lo que interesa al otro, no a uno mismo, y utilizar la forma más apta para ello. Asf, el escrito "habla" al yo del lector como a él le conviene, y penetra en la zona donde nace su interés. Resulta efectivo por la vivacidad de las formas empleadas, elegidas según el principio de la eficiencia expresiva: nada de frases muertas, inválidas o engañosas; sólo deben aceptarse las que sirven con integridad para que se establezca una válida comunicación entre quien escribe y quien capta lo escrito.
8. Actualidad "Estar al día" o "vivir la época" son frases que resumen el ideal de la juventud espiritual —no de edad— y progresista. La manera de enfocar los temas, los datos utilizados, la construcción de los párrafos, el vocabulario, la puntuación, la forma ortográfica, los símbolos convencionales, los elementos materiales que acompañan a la redacción, todo debe revelar agilidad y vigencia actual. Para pedir algo por escrito, en la actualidad no tiene sentido llegar a la humillación de las "encarecidas súplicas", ni a la sumisión de "rogar a su merced (usted) que se digne tener a bien contemplar. . ." Hoy no "habernos menester", sino que tenemos necesidad de algo; y el "No ha lugar" con que nos contestan algunas "señorías" no es más que el "No lo concedo", que sería la respuesta normal y comprensible para una petición denegada. Es lógico aceptar que la actualización —como acomodación a las exigencias expresivas del momento— es una cualidad inseparable de la redacción moderna y eficaz, en todos los órdenes.
 
 
 

 

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